Hablar de Navarra como parte de Euskal Herria no es una cuestión de ideología contemporánea, sino de historia, lengua y cultura compartidas a lo largo de más de un milenio. El propio término Euskal Herria significa literalmente “la tierra del euskera” o “el pueblo que habla euskera”, una definición cultural que trasciende las fronteras administrativas actuales. Bajo esa perspectiva, Navarra ha sido, desde sus orígenes, uno de los núcleos más antiguos y representativos del ámbito vasco.
Lengua y etnia
La lengua vasca, o euskera, es uno de los elementos más distintivos del pueblo vasco. En Navarra su presencia fue histórica y profunda. Documentos medievales, como los del siglo XIII, muestran que el euskera —en su variedad conocida como navarro o vasco-navarro— era hablado en buena parte del territorio, especialmente en el norte y centro. Topónimos, nombres de pueblos, apellidos y expresiones locales conservan hasta hoy esa huella lingüística. De hecho, las primeras referencias escritas al euskera se hallaron en zonas que pertenecieron al antiguo Reino de Pamplona, antecedente directo del Reino de Navarra.
Historia política medieval
Históricamente, los vascones —pueblo prerromano que habitaba la zona que hoy ocupa Navarra— son reconocidos como uno de los componentes fundamentales del origen vasco. Las fuentes romanas situaban a los Vascones entre los Pirineos y el Ebro, abarcando precisamente el territorio navarro actual y parte de las provincias vascas vecinas. Con la formación del Reino de Pamplona en el siglo IX, aquel territorio se convirtió en el primer estado organizado por pueblos de lengua vasca, extendiéndose durante siglos sobre lo que hoy son Navarra, Álava, Gipuzkoa, e incluso partes de La Rioja y del País Vasco francés.
Por tanto, históricamente Navarra ha estado integrada, al menos parcialmente, en las dinámicas vascas políticas y culturales.
Continuidad institucional y cultural
El Reino de Navarra fue, en muchos sentidos, la expresión política medieval de lo que hoy se denomina Euskal Herria. Durante siglos, las instituciones, los fueros y la identidad de ese reino se desarrollaron en continuidad con la cultura vasca. Su monarquía fue un punto de referencia para las demás provincias vascas, que en tiempos posteriores conservaron su propio régimen foral como herencia directa de esa tradición. Aunque Navarra perdió su independencia política tras la conquista de 1512 por parte de Castilla, su identidad diferenciada —basada en los fueros y en la lengua— nunca desapareció.
En el plano cultural, la pertenencia de Navarra a Euskal Herria se mantiene en la continuidad de costumbres, danzas, mitología, nombres y tradiciones compartidas con el resto del país vasco. El euskera navarro, hoy recuperado y protegido por las instituciones forales, constituye una prueba viva de esa herencia común. Incluso el propio Estatuto de Autonomía del País Vasco reconoce explícitamente el derecho de Navarra a formar parte de la Comunidad Autónoma Vasca si así lo decide, un reflejo jurídico de la conciencia histórica que une ambos territorios.
Por todo ello, afirmar que Navarra forma parte de Euskal Herria no es una reivindicación moderna ni una construcción política reciente. Es una constatación histórica y cultural. Navarra fue cuna del primer reino vasco, corazón de la lengua euskera durante siglos y depositaria de una tradición que todavía hoy pervive. Su identidad foral y su singularidad administrativa no contradicen esa pertenencia, sino que la enriquecen. En definitiva, Navarra es y ha sido una de las raíces más profundas de Euskal Herria.
 
						


