Las sociedades han sido testigos, a lo largo de la historia, de ciclos repetitivos de abuso de poder, descontento social y conflictos bélicos. En este contexto, la frase destaca un patrón en el que las élites, cuando perciben que la población comienza a cuestionar su dominio y rechazar su opresión, encuentran en la guerra un mecanismo útil para reestablecer el control.

El pueblo, representado metafóricamente como «corderos», hace alusión a una sociedad que, en gran medida, sigue las directrices impuestas por sus líderes sin cuestionarlas. Sin embargo, la paciencia de los pueblos no es infinita. Cuando las injusticias, la desigualdad y la explotación llegan a niveles insoportables, se despierta una conciencia colectiva que empieza a desafiar el statu quo. En estos momentos, la historia nos muestra que las élites reaccionan no con concesiones genuinas, sino con medidas estratégicas para dispersar el descontento y recuperar su posición dominante.

Cuando el pueblo comienza a despertar y exigir justicia, las élites, en lugar de ceder poder o buscar un equilibrio, recurren a sus estrategias de siempre. Y pocas herramientas han sido tan efectivas como la guerra para mantener su dominio.

Es aquí donde entra la guerra. Más que un simple enfrentamiento entre naciones o ideologías, los conflictos bélicos han sido utilizados como una herramienta de distracción, represión y reconfiguración del poder. Una guerra permite varias cosas al mismo tiempo:

  • Redirigir la ira popular: En lugar de que el pueblo se rebele contra quienes realmente lo explotan, la narrativa de un enemigo externo desvía la frustración hacia otro objetivo. El «nosotros contra ellos» reemplaza el «nosotros contra quienes nos gobiernan».
  • Eliminar población «sobrante»: En tiempos de crisis económica, desempleo o inestabilidad social, la guerra se convierte en una forma de reducir la cantidad de personas que requieren recursos sin generar riqueza. Las guerras suelen llevarse a cabo con la participación de las clases bajas, enviadas al frente de batalla mientras las élites se mantienen a salvo.
  • Reactivar la economía controlada por las élites: La industria militar es una de las más lucrativas del mundo. Mientras la población sufre, las grandes corporaciones que fabrican armas, suministros y tecnología de guerra obtienen ganancias extraordinarias. Además, la reconstrucción posterior al conflicto abre oportunidades de negocio para aquellos que financian tanto la destrucción como la recuperación.
  • Justificar medidas autoritarias: En tiempos de guerra, las libertades individuales suelen restringirse bajo el pretexto de la seguridad nacional. Leyes de emergencia, censura, represión de la disidencia y militarización de la sociedad son herramientas que fortalecen el control de las élites sobre la población.

A lo largo de la historia, este patrón se ha repetido en múltiples ocasiones. Desde las guerras napoleónicas hasta las dos guerras mundiales, pasando por conflictos más recientes en Oriente Medio, la guerra ha servido para reajustar el tablero de poder cuando la estructura social amenaza con desmoronarse. Siempre, las principales víctimas han sido los pueblos, mientras que quienes están en la cima rara vez sufren las consecuencias directas de los conflictos que promueven.